Aunque este habitual dispositivo infantil puede reducir el estrés y ayudar a aprender la succión en prematuros, los expertos advierten de que también predispone a sufrir otitis e interfiere en el desarrollo del lenguaje.

El uso del chupete es algo habitual en la crianza de los hijos, ya que calma el llanto del bebé, les ayuda a conciliar el sueño y reduce el estrés y el dolor, situaciones que, cuando se dan, afectan al bienestar de los pequeños, pero también al de sus padres y madres. No obstante, cada vez son más los expertos que alzan también la voz para incidir en sus efectos adversos. Se puntualiza que “su utilización conlleva tanto beneficios como riesgos y su empleo es motivo de controversia porque se suele recomendar o desaconsejar basándose en experiencias personales y no siempre en pruebas científicas”. Entonces, ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de usarlo?

“La palabra chupete en inglés se llama pacifier, que significa pacificador y se refiere a un objeto que tranquiliza”. Efectivamente con él se logra reducir el estrés y dolor abdominal en procedimientos desagradables, algo importante en bebés que requieren pasar por neonatología; puede contribuir al aprendizaje de la succión en prematuros y disminuye el riesgo de muerte súbita, particularmente si se utiliza durante el sueño.

En cuanto a los riesgos, sobre todo ocurren si se introduce de forma temprana. “Puede producir dificultades en la lactancia porque, al satisfacer la necesidad de succión, disminuye el vaciado del pecho y la producción de leche materna. La mayoría de las sociedades científicas recomiendan que su uso se posponga hasta el mes de vida para lograr que el amamantamiento quede bien establecido”. Además, que la utilización frecuente también puede predisponer a infecciones del oído medio u otitis, es decir, el proceso inflamatorio e infeccioso del conducto medio del oído, y a infecciones de la mucosa oral por un hongo llamado cándida que habita en la flora bucal.

Respecto al hecho de chuparse el dedo, la pediatra indica que muchos pequeños tiran de pulgar para tranquilizarse porque “lo tienen totalmente accesible”. Para la medicina, esta rutina debería parar entre los 18 y los 24 meses: “Succionar es un reflejo”.

Chuparse el dedo es un acto innato. Se ha evidenciado que, en periodos intrauterinos, a partir de los siete meses de gestación, es habitual que muchos bebés lo hagan”. El empleo abusivo y prolongado del chupete o de la succión del pulgar puede interferir en el desarrollo del habla o, incluso, del lenguaje, dando lugar a anomalías en las estructuras dentomaxilofaciales. Por ejemplo, también se pueden alterar los órganos fonoarticulatorios debido a que interfiere en el correcto desarrollo de estos órganos en la primera infancia, llevando a dislalias orgánicas y funcionales que repercuten en la pronunciación de algunos sonidos en el lenguaje oral.

Una retirada respetuosa

“Las alteraciones que se producen por el empleo del chupete afectan en este orden: a la respiración, masticación, deglución y posición de reposo lingual, y, por tanto, al habla. El uso prolongado del mismo se da a consecuencia, en muchos momentos, de la falta de oportunidades para la conciliación y, con él, el bebé o niño se calma, pero no aprende a gestionar sus emociones más allá del control a través de un objeto artificial”. Cuando los padres decidan quitárselo han de valorar los momentos en los que lo usa su hijo y hacerlo de un modo respetuoso, sin una retirada con engaño o haciéndolo desaparecer, porque con ello, aumentaría en el niño el nivel de ansiedad.  “Un chupete mal retirado lleva al dedo. Yo recomendaría a los padres consultar con un profesional y pensar en las consecuencias de hacerlo mal y deprisa”.

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